sábado, 26 de enero de 2008

Carta a mi padre al cumplir los 90 años.

Dice la Real Academia Española que el orgullo es un sentimiento legítimo de la propia estimación, nacido de causas nobles. Perfecta definición de una palabra que produce regocijo y que denota una satisfacción interior, que nos hace sentir placenteros en nuestra intimidad.

El hecho de pertenecer ya a la ancianidad te permite orgullecerte de haber fundado una familia, de haber guiado a los tuyos por el mejor camino, de tener y haber tenido buenos amigos, de hacer y haber hecho cosas y tantas razones más que colman tu vida de conocimientos y vivencias irrepetibles.

Pero, también este sentimiento legítimo, es decir, el orgullo, se puede sentir por los demás. ¿Quién no se ha sentido orgulloso alguna vez de tener un buen amigo y de los logros de éste?. Y es que, cuando se llega a la tercera edad se tiene algo que los jóvenes carecen; esto es poder mirar desde lo alto. Parar en esta carrera desenfrenada que tiene la vida hoy, y así valorar con orgullo nuestros años vividos y los de nuestros amigos.

Por todo ello, y pese a los achaques de salud propios de esta parte de tu vida, debes sentirte orgulloso de haber llegado a ser anciano, de tu familia, de tus amigos. En definitiva también yo siento ese orgullo de que tú formes parte de esa causa noble de pertenecer a la tercera edad.