lunes, 30 de noviembre de 2009

UNOS DIAS DE RELAJACIÓN

A dos millones de años luz de mi casa hay un balneario de aguas termales que he visitado recientemente. Y digo a esa distancia, porque todo lo que sea disponerse a salir de una Isla supone, en términos metafóricos, recorrer una distancia infinita. Así como para los que viven en la península supone una salida el desplazarse de una ciudad a otra, el efectuar el mismo trayecto desde una Isla suele ser más bien un viaje, pues forzosamente hay que viajar en barco o en avión.

El lugar no está mal. Como casi todos estos establecimientos, procuran estar apartados y lo dotan de la mayor tranquilidad y sosiego posible para sus clientes y visitantes. Todo tiene su horario. Los diferentes servicios que ofrecen así lo tienen programado. El centro médico, los enfermeros, los especialistas en dietética y masajes, el restaurante, el kiosco de prensa, en fin, todo.

Ah, también los pajaritos pían de 6,30 a 8 de la mañana y de 7 a 8,30 de la tarde. Sé bien lo que digo porque mi habitación daba justamente enfrente de la arboleda del paseo, y puedo asegurar que es precioso y tremendamente agradable el oír su cantar al despertar así como que sea su piar el primer sonido que recibas por la mañana.

¿A que ha quedado bonito lo que he dicho anteriormente sobre los pájaros? Bueno, pues, por el contrario, confirmo que otra cosa distinta es que 200.000.- pájaros (uno más o uno menos, tampoco vamos a discutir) piando al mismo tiempo sobre el mismo árbol, alrededor de hora y media y justo delante de tu balcón, tiene guasa. Eso no hay capacidad humana para aguantarlo. Y eso que le eché al asunto todo el amor que tengo hacia algunos animales. Pero ni eso fue capaz de calmarme los nervios en ese momento.

El ambiente en general es muy saludable. Antes de continuar debo decir que mi mujer y yo éramos los más jóvenes. De hecho nos podían confundir con unos chavalillos paseando entre los allí acomodados.

El ciclo de edad era superior, pero, además, la mayoría iba por necesidades puramente médicas o de tratamientos termales. Nosotros acudimos simplemente por relax. Los últimos acontecimientos en mi familia hacían del todo necesario estos días de paz y tranquilidad.

Han sido unos días realmente tranquilos en los que se puede decir que hemos conseguido el fin que perseguíamos. Posiblemente lo repitamos. No obstante, y en honor a la verdad, debo decir que la convivencia de estos días con las personas mayores, al margen de sus múltiples y variadas dolencias, ha sido gratificante.

La procedencia de estas personas era muy dispar, y sin embargo, ello no ha sido óbice para encontrar en ellas uno de los tesoros más preciados y que hoy día está escaseando. Me refiero a la educación.

He vuelto a revivir aquellas viejas “normas” de la educación. De aquella educación que se practicaba a nivel de calle. Con qué gusto te dicen “buenos tardes” cuando pasan a tu lado. “Buenos días” o “buenas noches” a la entrada en el comedor. O como cuando necesitan usar una silla y te la piden porque la que está en tu mesa está libre, pues lo hacen con el debido respeto y tratando de usted a quien no conoce. O simplemente te obsequian con una leve sonrisa cuando los cruzas por tu camino.

Estos detalles, que se multiplican a diario en estos sitios, son los que me hacen pensar que la juventud de estos tiempos que corren –generalizando, naturalmente- no está precisa y tristemente en esta línea. Mucho miedo me da que con esta o quizás las próximas generaciones se pierda esto que, a todas luces, son las normas más elementales de la convivencia humana.

Y la paradoja de todo esto es que, la mayoría de estas personas mayores a las que me refería no han tenido, en su gran mayoría, oportunidad de ir a la escuela. Esas viejas “normas” la han aprendido de sus padres, de lo que vieron, de lo que le dijeron, de la vida. No como ahora, que todo el mundo civilizado está escolarizado y con centros de altos niveles.

martes, 17 de noviembre de 2009

Cantinflas

Este sí que era un humorista de los pies a la cabeza. Personaje, sin duda, que apareció al principio como despistado y bobalicón, pero que después fue convirtiéndose en un espabilado muy ocurrente y genuino.

Si hubiese sido presidente del gobierno de su país, sería más sonriente y alegre. Confiaría en las personas que son más inteligentes que él. Le preocuparía que sus conciudadanos fueran felices.

Sería un hombre de diálogos rápidos, situaciones chocantes. Trataría los asuntos de estado con humor procaz y simplista, en lugar del humor pobre y soez que se practica hoy día y que parece que está en boga.

Porque yo pienso que el humor está en la situación, no en la manera de contarlo o escribirlo. No sé donde leí una vez que el humor no se busca haciéndolo. El humor sobrevuela. Pero este hombre al que todo el mundo quiso, tanto en la pantalla como fuera de ella, se arrancaría la cabeza antes de que las colas del desempleo creciesen.

Sabría en todo momento establecer un orden de prioridades sin utilizar para ello papel ni lápiz. Sabría, porque así creció, que en la educación y formación de las personas está la solución a los muchos problemas que padecemos hoy día.

Pero, claro, estas decisiones las tomaría siendo, como fue, un humorista, actor y benefactor. No un político.