jueves, 8 de agosto de 2013

UN ENFERMO GRAVE.

Hacía muchos años que no veía a Jaime Cano. Es posible que más de diez. Por eso, cuando el otro día lo encontré y empecé a persuadirle del terrible problema que le aquejaba, no pude evitar un hondo pesar.

Jaime había sido siempre un muchacho ecuánime, sereno, bondadoso, apacible y lleno de sanas y nobles ambiciones. Hasta que un día decidió marcharse a América. Como casi todos, al principio hubo de soportar los avatares del frío, el insomnio e incluso el hambre en su más estricto sentido de la palabra; trabajó en el puerto de Nueva York como descargador siendo ésta la primera tarea entre las múltiples que luego hubo de desempeñar.

Un día apostó por las carreras de caballos y reunió un buen montón de dólares. Y éste fue el primer paso que le llevaría a su actual enfermedad: ganar dinero.
En su rostro, en sus manos cuidadas y repulidas, en su traje de impecable factura, en las innumerables joyas que ostentaba, se veía marcado indeleble el estigma de ganar dinero.

-¿Qué puedo hacer? –me preguntó con una mirada inmensamente angustiada.
-Apártate del dinero, Jaime, antes de que sea demasiado tarde –le dije apoyando una de mis manos en uno de sus hombros.
-Pero... ¿cómo? Cuando uno empieza, ya no se puede parar. ¡Hay que ganar más dinero, más dinero, más dinero...! ¡Es horrible, créeme! Empieza uno por unos cuantos dólares, luego hacen falta más, y después más, y más...

-Ya sé que no es fácil el esfuerzo, Jaime. Pero debes intentarlo.

Jaime guardó silencio. Después, brillando sus ojos intensamente, me asió por la solapa desesperadamente.

-¿Tú has ganado dinero alguna vez? ¿Tú sabes lo que es eso?
-No, Jaime, la verdad es que lo ignoro. Pero...
-¡No digas nada, porque no podrías comprenderlo! El dinero te transporta a paraísos fiscales, te hace sentirte más fuerte, más seguro de ti mismo. Hasta parece que las personas son más amables contigo. Luego... viene la realidad, y caes en le desesperación.
-TE comprendo, Jaime. No obstante, ¿por qué no procuras ganar cada vez menos dinero? Un poquito menos cada día, hasta que llegues a ser una persona normal. Apenas ganar para subsistir.
-¡Qué fácil es decirlo así!

Y Jaime se perdió en la noche, vacilante, cabizbajo, arrastrando los pies como un muñeco de marionetas, mientras el reflejo de sus sortijas se confundía y mezclaba con las estrellas.