miércoles, 9 de julio de 2014

UN PINTOR.

No diré el nombre del artista, porque el lector perspicaz sin duda lo adivinará a lo largo de la lectura de este trozo de historia auténtica. Nuestro pintor tenía, desde pequeño, la obsesión de ser el autor de la obra pictórica más genial que contemplaran los siglos.

Día a día, noche a noche, trazaba sobre la arena el lugar inhóspito en que habitaba, un boceto tras otro boceto, usando como instrumento una varita de fresno. Tras largos años bosquejando sin tregua, su obra maestra estaba perfectamente diseñada, lista para ser llevada a su soporte definitivo.

El pintor, arrebatado, no contaba, sin embargo, con los materiales idóneos y suficientes. Carecía de fortuna, como toda su familia y todas sus amistades. Corrían tiempos de escasez histórica. Nuestro artista se las apañó para fabricar sus propias pinturas, a base de imaginación y pigmentos vegetales.

Una templada mañanita de otoño, cogió sus avíos y dio comienzo a la obra. No tardó más de tres días en darla por terminada. Y el pintor irrepetible, contempló con orgullo el cuadro que jamás será superado. En tonos rojo y negro, representaba un bisonte, estampado para la posteridad sobre un rocoso lienzo de una cueva de Altamira.

viernes, 20 de junio de 2014

SENTIMIENTO DE BIENESTAR.

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.

Cada vez que leo esta pequeña joya de D. Pedro Calderón de la Barca, me siento bien. Reconfortado. Me ayuda a pasar el día con optimismo, con ilusión, pues siguiéndolo al pie de la letra me doy cuenta  de que realmente me puedo considerar muy afortunado.

Indefectiblemente, su contenido, su gran contenido, es aplicable a todas las personas de este mundo. Si no, hagan la prueba. Por la mañana, al levantarse, hagan un pequeño ejercicio de reflexión. Bastarán simplemente unos 20 segundos. Pueden ayudarse mirándose al espejo y hagan un pequeño inventario de su situación personal en esos momentos; aleje todo lo superficial y material que nos rodea constantemente y al que, desgraciadamente, le prestamos más atención de la debida.

Recorra mentalmente el entorno familiar y de los verdaderos amigos. Si está todo en orden; perfecto. Se irán a los menesteres de ese día con ilusión y hasta de buena gana.

Si no es así, vamos a empeñarnos ese día en solucionarlo, pero siempre pensando en ese día, en el mismo al que pertenece esa mirada en el espejo. Es en ese preciso momento cuando este pequeño fragmento de “La vida es sueño” al que me refería al principio, tiene su fuerza más vigorosa.

Sin duda alguna les ayudará a acometer esta tarea, pues tal como refleja en su más hondo sentimiento, pueden interpretar que otros ni siquiera tienen ese espejo para poder reflexionar por la mañana.

jueves, 5 de junio de 2014

DESAGRADECIMIENTO.

-¡Me duele la cabeza!

-Pues debes ir al médico enseguida. Yo tenía un pariente que dijo un día: “Me duele la cabeza”. Bueno pues a los tres días, enterrado. Lo tuyo debe ser meningitis maligna porque ya sabes que en tu familia murió uno de meningitis maligna. Pero la verdad es que no tienes por qué tomar las cosas por la tremenda. Al fin y al cabo, la vida no vale la pena. ¡Menuda suerte tienes tú, que sabes que vas a morir pronto...! Porque no es igual que los que estamos sanos, y que nunca sabemos dónde estará nuestro último día. Pero tú...deberías estar contento. ¡Ay si yo pudiera saber, lo mismo que tú, cuándo me voy a morir poco más o menos!...Nada, nada, vete a casa, díselo a tu mujer y a tus hijos con la mayor suavidad posible, y en paz. A esperar... Además, puedes ir preparándote tú mismo el entierro, que no hay nadie que se preocupe tanto como el propio interesado.

Mira, vete a la funeraria, preguntas por D. Enrique Gómez de la Moraleja, y le dices que vas de mi parte. Le explicas el caso: que tienes meningitis maligna, que vas a morir dentro de unos días, y que quieras antes arreglar todo lo del entierro. Es un hombre serio pero muy simpático. Vete ahora mismo, aún está en su oficina. Y no te molestes en pasar por la farmacia porque harías el tonto gastándote un dinero inútilmente. Lo siento por tu mujer que es muy buena, y por tus cinco hijos. Pero, bueno, dentro de siete u ocho años, el mayor ya puede empezar a trabajar en alguna parte.

No seas idiota y no te gastes en un traje nuevo para la mortaja. Cualquier cosa. Al fin y al cabo, para quién lo va a lucir... ¡Te veo un poco serio!... ¡Hale, hale, hay que tener ánimo! Y sobre todo, piensa que las cosas que no tienen arreglo son las que menos deben preocuparnos. No creas que yo no lo sienta. Después de todo, soy tu amigo, ¿no?... En fin, yo me voy a marchar que tengo prisa. Y no dejes de hacer todo lo que te he dicho. A tu mujer no se lo sueltes de golpe, porque se puede llevar un susto. Díselo poco a poco, despacio, que lo vaya comprendiendo bien. Y así, cuando se quiera dar cuenta, pues ya lo sabe, ¿entendido? ¡Se te está poniendo muy mala cara! Es natural. Luego te quedarás pálido, empezarás a perder el conocimiento, y así estarás dos o tres días, hasta que entres en franca agonía...

¡Puum! ¡Puum! ¡Puum!

- ¡Mal...a...mi...go...!

domingo, 1 de junio de 2014

POR QUÉ...

Desde que aprendí a hablar, estoy haciendo preguntas. Preguntas que nadie me contesta, inocentes preguntas a las que me responden con complicadas teorías, que no aclaran nada.

Quiero saber por qué pasa lo que pasa. Por qué somos como somos. Por qué las cosas son así y no de otra manera. Por qué hacemos daño a los otros. Por qué estamos siempre tratando de engañar. Por qué después de tantos siglos no hemos sabido comprendernos. Por qué hay guerras. Por qué hay pobres. Quién maneja los hilos. Donde está el corazón que hay que apuñalar. Por qué no podemos ser razonablemente felices.

Por qué, por qué, por qué...

Confieso que a veces no entiendo nada. Miro al mundo como un espectador y no comprendo a qué viene tanto escándalo, tanto ruido, tanta ambición, tanto movimiento y tanta prisa, para no ir a ninguna parte .

El día es un escándalo, la noche un secreto.
De día se ve lo que hay, de noche lo que se sueña .
De día se ven los palacios, el lujo, las pompas y la soberbia de los hombres.
La noche borra la grandeza y descubre la miseria.
De día se ve la tierra, de noche se ve el cielo.
De día, el negocio, la oficina, el taller.
De noche, el amigo, el amante, la familia.
El día se ha hecho para la materia.
La noche para el espíritu.

domingo, 25 de mayo de 2014

CONCEPTOS DE LA VIDA.

Sólo en las vivencias de la vida se puede llegar a comprender lo profundo de ésta. Son como notas de un examen que, a lo largo de la existencia, estamos anotando en nuestro cuaderno. Son estas notas las que realmente dan calibre a una existencia. Ayudan a cuidarla, a guiarla y tantas veces a intentar comprenderla.

Dicen que la experiencia en la vida no es más que un cúmulo de errores vividos, de los cuales se ha aprendido.

Esto es una tremenda verdad. Pero también es verdad que cada uno tiene las suyas y que así como en las notas, cada uno elabora las propias, y éstas están anotadas en distinto cuaderno.

No sé si esto es filosofía, aunque algunos son capaces de sacar una tesis sobre estos cuatro apuntes.
Dentro de las vivencias juegan un papel muy importante las diferentes facetas del ser humano: amor, locura, vergüenza, pasión, alegría, interés, pena, orgullo, ambición, vanidad, ternura, comprensión…y un sin fin de conceptos propios que sólo están reservados, como ya digo, para el “homo sapiens”.

Y es aquí donde quiero detenerme. Para los que han llegado a mi edad –que García Márquez la definió como juventud tardía y madurez temprana-, estos conceptos cobran de una importancia extraordinaria. Todos ellos están ahí. Evidentemente van caminando junto a cada uno de nosotros. Sin embargo, desde mi posición puedo, incluso, manejarlos y hasta jugar con ellos. Puedo mezclarlos de una forma profunda, y sin apenas esfuerzo.

No hace mucho sentí dolor con la ida definitiva de un buen amigo, sin embargo he hecho uso de los conceptos a los que me estoy refiriendo.

Ciertamente, he jugado con ellos. Al dolor lo he engañado con la alegría; con la alegría de que él no sufrirá más.

He sido capaz de marcarle un tanto a la tristeza, al arrancarle a mi amigo una sonrisa antes de irse.

Con mucho atino he dejado de lado la indiferencia, para dar paso a la coherencia y a la comprensión.
Con todo ello, quiero decir que esto sí es experiencia. Esto sí son vivencias. Esto sí es sacarle una buena nota al examen de la vida. Y ahora me la aplico.

martes, 20 de mayo de 2014

LOTERÍA A MEDIAS.

Estando un día tomando una copa Ricardo y Pepe Luis Vidal, se personó un vendedor ambulante de lotería, así que le compraron un décimo a medias. Y ambos se quedaron pensativos al mismo tiempo. Tras un minuto de silencio meditativo. Ricardo le pregunta a Pepe Luis:

-Si nos toca el gordo, ¿son cinco kilos para cada uno?
-Justo ni un duro más ni un duro menos.
-¿Y tú en qué te gastarías, si nos cayera el premio, tus cinco millones?
-Yo se los daba a Sara. Sara era la mujer, llena de gracia, de mi amigo Pepe Luis. Granaína de mucho mérito, y viuda siempreviva. Ahora es Pepe Luis quien pregunta:

-¿Y tú en qué te gastarías tus cinco millones?

Respuesta de Ricardo tras unos segundos de duda metódica:

-Yo, en peasitos.


(Nota: “Peasitos” se llaman en Sevilla, por “pedacitos”, trozos de pequeño formato de las partes menos nobles de la merluza, que tienen profunda implantación y popular demanda en las típicas freidurías, obradores de pescao frito. En Sevilla nunca ha habido pescaíto. El irritante diminutivo es un barbarismo de importación, mayormente propagado por ignorantes, y que desgraciadamente está adquiriendo carta de naturaleza entre muchos aborígenes tontos del culo. En Sevilla, desde siempre, el diminutivo se ha reservado para el continente, nunca para el contenido. En Sevilla nos apañamos con un cartuchito de pescao, jamás con un cartucho de pescaíto. A ver cuando nos vamos enterando).

domingo, 6 de abril de 2014

EL PARECIDO DE ALGUNAS SITUACIONES.

Son ya pasadas las diez de la mañana de un día nublado, con una brisa constante que hace que las hojas de los árboles no dejen de moverse. El invierno no está siendo lo crudo e inhóspito que se esperaba. El tiempo, de unos años hacia acá no se está portando de forma normal o al menos, no se muestra con las características que son propias de cada estación. ¿Cambio climático quizá? ¿Capa de ozono? ¿Falta de respeto a la naturaleza? Yo qué sé. En todo este tema nunca he sabido cuándo nos mienten y cuándo dicen la verdad los entendidos. No lo veo claro.
Paseo por las calles de mi pueblo sin rumbo ni plan alguno, viendo y saboreando las cosas que van sucediendo a mi alrededor. Entré en una cafetería muy acogedora que hay en el centro, justo al lado del puerto y que ocupa un lugar privilegiado, pues puedo ver el mar a tan solo unos metros. El establecimiento tiene muebles antiguos, con grandes cristaleras que hacen poco necesario la luz artificial en el interior.

Las mesas son del estilo de aquellas que guardan solera en los bares de pueblo y también ciudades; las hay redondas y cuadradas y son de mármol, son de pequeño tamaño pero con pies de hierro forjado. Sin embargo los asientos que dan a la pared son como butacones forrados de tela, sumamente cómodos y que dan incluso un toque familiar al salón.
Desde la situación escogida puedo ver pasear a la gente y también cuando cruzan la calle. Puedo ver también una gran parte de la alameda del pueblo. La alameda es el centro neurálgico y en ella se celebran todos los acontecimientos que organiza el ayuntamiento o los ciudadanos.
Una vez apurado el café, abro el cuaderno y me dispongo a escribir algo con la esperanza de que la musa me visite -¡Ay, la musa!-, y me ha venido a la mente un reciente viaje que realicé junto con mi mujer a Salamanca.

En una mañana parecida a la de hoy, y sin tenerlo previsto, fuimos a visitar la majestuosa plaza mayor de la villa. Era temprano y para cubrirnos de la lluvia que empezaba a caer, fuimos atraídos por un delicioso aroma a café y entramos en una cafetería cuya solera y antigüedad se palpaba desde la entrada. Grandes lámparas colgaban del techo y los camareros vestían sus uniformes a la antigua usanza; camisa blanca, chaquetilla negra y delantal blanco hasta los pies.
Tenía como una especie de apartados o privados pequeños justo a los lados de la puerta de acceso, por lo que se podía ver a través de las ventanas todo cuanto acaecía en aquella histórica plaza.
Quizás llevados por el frío, la lluvia o la novedad del establecimiento, el caso es que nos sentamos en una especie de diván muy cómodo, parecido al que estoy sentado ahora, y al querer colocar nuestros abrigos fue cuando advertí que justo a mi lado, había, sentada, una estatua de bronce de tamaño y forma natural. Debo confesar que al principio sentí escalofríos al reconocer que era la figura de D. Gonzalo Torrente Ballester, que estaba mirando a la ventana.

Quedamos tan gratamente sorprendidos ante lo inusual de la situación que preguntamos al camarero el motivo de aquello y éste nos explicó que D. Gonzalo siempre que estaba en Salamanca acudía diariamente al café y se sentaba siempre en ese lugar. Nos dijo también que allí, apoyado en la misma mesa, abría su cuaderno para escribir. Esta cafetería llamada Café Novelty fue nombrada en algunas de sus publicaciones, y a la muerte del ilustre escritor le rindieron este homenaje. Hermoso detalle.
Ahora, sentado yo frente a un ventanal, mirando a la alameda, con un día nublado como decía, he echado de menos aquella figura a mi lado. Le preguntaría a Don Gonzalo tantas cosas. Todas ellas serían para aprender de él. Porque creo que los que estamos empezando a escribir, y además, a escribir lo que sea, tenemos la sensación de que somos como sedientos en el desierto, que cuando tienen agua fresca a su alcance tratan de beberla de un solo trago, cuando ha de ser todo lo contrario. Don Gonzalo nos enseñaría tantas cosas, que nos serviría a todos los aficionados para saber que los escalones se han de subir de una forma pausada, ponderada y con cautela.

Le preguntaría cómo escribía, qué utensilios utilizaba, cuándo lo hacía, a qué horas, en fin...
Por mi parte ya le estoy agradecido, pues gracias a él, hoy he sido capaz de escribir cuatro páginas, algo que hago por primera vez. Y todo ello desde una cafetería, con mal tiempo, con grandes ventanas, viendo a la gente pasar no por la plaza salmantina, sino por la alameda de mi pueblo. No con la compañía de D. Gonzalo sino con su recuerdo.
Y yo me pregunto. ¿Habrá sido su musa la que ha reflejado aquella situación?
Cerré mi cuaderno y antes de marcharme, de forma callada, le he dado las gracias y me he despedido del ilustre escritor y compañero de mesa.

domingo, 2 de marzo de 2014

DIVAGANDO SOBRE LA LECTURA DIARIA.

Absolutamente sin pretensión alguna y sin un pensamiento concreto, me siento a desayunar tranquilo leyendo un par de periódicos en la intimidad que procuro en una cafetería. Allí me deleita una música agradable.

A medida que voy leyendo los diferentes titulares me siento mal. Eso es algo que ya vengo notando hace tiempo. No hay lugar para el entusiasmo ni razón alguna que alimentar mi capacidad de ánimo para hacer frente al devenir del día o días que me vienen por delante.

Hago todo lo posible por intentar darle la vuelta a todo cuanto leo. De hecho casi lo estoy consiguiendo pero a base de ponerle mucha fe en el empeño. Lo consigo a medias, pues hay cosas que ni el mismísimo multiplicador de panes y peces es capaz de asumir. No me extraña que no haya vuelto más por este mar de lágrimas desde que se fue.

Antes, en el periódico de la mañana me leía hasta los anuncios de todo tipo. Con ello no quiero decir que soy un “devorador” de periódicos, sino que me interesaba por todo aquello que atañe de un modo u otro a mi comunidad.

Pero ahora tan sólo leo los titulares y nada más. Dejo para después leer todo aquello que crea que me puede levantar el ánimo o que sea susceptible de creer.

¡Creer! Esa es la palabra clave para conseguir darle la vuelta a toda aquella noticia o comentario alarmante o de más carácter. Como ya he aprendido a distinguir entre una noticia y una opinión sobre la noticia, practico algo que les voy a transmitir. Antes de abrir el periódico o revista me inculco en el subconsciente: “Manuel, esto que vas a leer tiene un alto porcentaje de ser mentira o, en todo caso, te dice media verdad”. Es decir, empezar a leer con escepticismo.

Al menos ya no salgo de la cafetería alterado, nervioso o cabreado.


¿Estaré madurando intelectualmente? Me pregunto.

lunes, 17 de febrero de 2014

MI JEFE.

Yo estaba sin empleo. Goteras físicas y económicas anidaban en mi cuerpo. Y don Justo, hombre pudiente y de altas influencias, me dio un empleo, porque era un hombre de gran corazón, caritativo e inteligente.

A los pocos meses de haber resuelto mi problema, yo me lié con una mulata, en cuyo cuerpo no podían encontrarse dos milímetros de recta. Esto me hacia llegar tarde a la oficina, con ojeras y embotado. Y simplemente por eso, mi jefe se convirtió en un ser déspota, egoísta y cruel, hijo de mala madre, que me echó a la calle.

Algunos días después acudí a mi jefe, en demanda de perdón, dándole toda clase de pruebas acerca de mi arrepentimiento. Y mi jefe, que en el fondo era un santo, un ser justo (como su nombre), me readmitió, no sin antes amonestarme paternalmente llenándome de buenos consejos.

Pero una mulata como aquella no es ninguna tontería. Así que, casi sin darme cuenta, las ojeras volvieron a mi rostro y los retrasos se multiplicaron.

Entonces comprobé que mi jefe, aquel hombre cínico que engañaba con su aparente bondad, no era más que un déspota, un tirano carente de sentimientos, falso como una moneda de hojalata.

Volví a quedarme sin empleo. Yo no sabía qué hacer. Me daba vergüenza recurrir de nuevo a mi jefe, implorándole perdón. Pero no tuve más remedio que hacerlo.

Y me perdonó.

Y es que, por mal que hablemos de la gente, también hay buenas personas en el mundo.