miércoles, 21 de enero de 2015

VISITA A ENFERMOS

Todos sabemos que nuestra sociedad -es decir, nosotros- estamos inmersos en unos comportamientos y costumbres que, sin proponérnoslo, aplicamos con absoluta impunidad en la vida diaria para con los demás.

En esta ocasión me voy a referir a las visitas a enfermos en los hospitales. Y para no herir susceptibilidades hablo de mi propia experiencia.

Cuando estuve ingresado recibía visitas de amigos que, curiosamente, tenían todos el mismo argumento: -Caray, me lo dijeron ayer y he venido enseguida. No lo podía creer. ¿Y qué es lo que te ha pasado realmente?

Yo: - El caso es que estaba paseando cuando de pronto empecé a sentir un dolor en el costado que…

El visitante te interrumpe sin miramientos.

Visitante: -Pues mira, mi cuñada tuvo exactamente lo mismo que tú y …

Acto seguido me cuenta la historia completa de su cuñada con toda clase de detalles. A continuación me dice que se tiene que ir porque está muy liado.

En resumen, que se ha ido sin saber el motivo de mi dolencia a pesar de, no sólo de venir a visitarme, sino también de habérmelo preguntado. Yo, sin embargo, me he enterado de todo lo ocurrido a su cuñada.

Y como este amigo, casi todos los visitantes actuaban de la misma forma, o al menos con el mismo patrón. Aunque hay algunos que, sin escrúpulos, rematan la faena diciendo que el enfermo del que habla falleció.


miércoles, 14 de enero de 2015

BOLSOS

Una de las cosas que siendo niño más sorprendieron en el cine fue una escena de Mary Poppins. Habría que verme la cara de asombro al observar todas y cada una de las cosas que sacaba de su bolso; cosas grandes, pequeñas, largas, cortas, estrechas, redondas y de todo pelaje.
Eso era autentica magia. Es la magia que, a esa edad, nos hace flotar por encima de las cosas que ocurrían a nuestro alrededor. Y sé que ustedes me entienden.
Lejos estaba en aquel momento de pensar que esa magia demostrada con un simple bolso en la pantalla, la iba a comprobar más adelante y de un modo real. Lógicamente me voy a referir a ella de una forma totalmente exagerada y bien cargada de ironía.
Y digo todo eso porque quién no se ha visto sorprendido alguna vez por la cantidad de cosas que hay en el bolso de una mujer… Y no sólo ya en cuanto a cantidad, sino también, en la diversidad de todo género. En algún caso hasta cosas inverosímiles que llegan a asombrarnos. Otra cosa es lo que les cuesta encontrar el objeto antes de sacarlo.
Tampoco faltarán esas frases ya comunes de: “Vaya, ahora no lo encuentro” “Anda, mira, aquí está lo que estaba buscando hace tiempo” “Juraría que lo metí en el bolso” y cosas por el estilo. Pero siempre se pronunciará la eterna coletilla: “Tengo que hacer limpieza en el bolso, que está…”.




domingo, 4 de enero de 2015

TERRIBLE EXPERIENCIA.

Estaba él tomando una café con unos amigos, y hablaban entre ellos sobre premios y loterías, del destino que darían a ese premio que todo el mundo anhela y necesita. Una vez en su casa, se le ocurrió pensar, sin tener ninguna razón para ello, qué es lo que le gustaría hacer si tuviese la suerte de que le tocara un buen premio en efectivo de forma que no tuviese que trabajar más en la vida. Después de cavilar un poco se le vino a la mente algo que sería realmente propio de una mente cruel, rencorosa y mezquina, aunque con ganas de un plato frío y sabroso.

Su plan sería que obviamente no tendría que enterarse nadie en absoluto. Faltaría al trabajo una serie de días aduciendo enfermedad o algo por el estilo para que la gente, y cuando dice gente, se refiere a aquellos que son compañeros suyos o a aquellos que se autonombran amigos de él. Después de faltar varios días al trabajo sin justificación oficial, dejar que le expulsasen.

Todo ello serviría, para aparecer poco después como la imagen de un indigente cualquiera. Tirado por los portales de las casas, sucio y maloliente, y acercarse a pedir limosna a aquellos que fueron sus compañeros y que dentro del trabajo le aceptaban o no, y también, a aquellos amigos que se vanagloriaban o no de ello.

Exquisita visión del paso de una vida a través de su camino y convivencia con los demás. Dios mío, cuántas cosas vería a su alrededor. Cuántos casos de hipocresía barata, cuántas frases a escondidas por mala educación, cuántas caras de extrañeza repentina y sobre todo cuántas caras de pena o lástima. Gente de mal corazón.

Sin embargo, en su interior estaría enormemente contento y agradecido de poder reírse de todo eso, pues sin gastarse un solo maravedí de lo atesorado, estaba viviendo de primera mano uno de los espectáculos más grotescos del ser humano desde que los tiempos existen.

No estaba hablando de un sueño, por lo tanto no tenía por qué preocuparse por despertar, estaría bien despierto para poder vengarse de todos aquellos energúmenos despiadados que dieron muestras de ello. Y no estaría la venganza en publicar que en fechas anteriores ya era rico, sino en comprobar a posteriori su repercusión en aquéllos.

Pero, desde luego, de los que sí estaba seguro es de que nunca se olvidaría de los buenos amigos, de los buenos compañeros que viendo su situación, tuvieron la maravillosa condición de auxiliarle.