sábado, 10 de octubre de 2015

LAS CUNITAS


¿Por qué lloro cuando veo esta imagen? ¿Por qué se me encoje el corazón cuando la observo? ¿Por qué esa acongoja que casi no me deja respirar cuando la observo detenidamente, con ese color ocre, ya natural?

No, no tengo respuesta a todo eso. Ni siquiera sé si soy uno de esos niños que están  alrededor de esa noria, a la que llamábamos cunitas. Atracción de feria que esperábamos con ansias tras un año largo de espera. No sé si es el dolor de saber que nada de eso existe, el saber que nunca más volverá, o que se me va el mundo poco a poco.

No lo sé.

Tan solo sé que es superior a mí. Todo lo que representa esa foto se incrusta en mi pecho como un puñal y ya con poca alegría. Son ya, después de más de cincuenta años, demasiadas cosas vividas desde aquel momento en el que esperaba mi turno para subir a una de esas cunitas. Y no, no veo alegría, porque la nostalgia me embarga.


La nostalgia y la pena de que ya no volverá. Sólo hay fantasmas.