A dos millones de años luz de mi casa hay un balneario de aguas termales que he visitado recientemente. Y digo a esa distancia, porque todo lo que sea disponerse a salir de una Isla supone, en términos metafóricos, recorrer una distancia infinita. Así como para los que viven en la península supone una salida el desplazarse de una ciudad a otra, el efectuar el mismo trayecto desde una Isla suele ser más bien un viaje, pues forzosamente hay que viajar en barco o en avión.
El lugar no está mal. Como casi todos estos establecimientos, procuran estar apartados y lo dotan de la mayor tranquilidad y sosiego posible para sus clientes y visitantes. Todo tiene su horario. Los diferentes servicios que ofrecen así lo tienen programado. El centro médico, los enfermeros, los especialistas en dietética y masajes, el restaurante, el kiosco de prensa, en fin, todo.
Ah, también los pajaritos pían de 6,30 a 8 de la mañana y de 7 a 8,30 de la tarde. Sé bien lo que digo porque mi habitación daba justamente enfrente de la arboleda del paseo, y puedo asegurar que es precioso y tremendamente agradable el oír su cantar al despertar así como que sea su piar el primer sonido que recibas por la mañana.
¿A que ha quedado bonito lo que he dicho anteriormente sobre los pájaros? Bueno, pues, por el contrario, confirmo que otra cosa distinta es que 200.000.- pájaros (uno más o uno menos, tampoco vamos a discutir) piando al mismo tiempo sobre el mismo árbol, alrededor de hora y media y justo delante de tu balcón, tiene guasa. Eso no hay capacidad humana para aguantarlo. Y eso que le eché al asunto todo el amor que tengo hacia algunos animales. Pero ni eso fue capaz de calmarme los nervios en ese momento.
El ambiente en general es muy saludable. Antes de continuar debo decir que mi mujer y yo éramos los más jóvenes. De hecho nos podían confundir con unos chavalillos paseando entre los allí acomodados.
El ciclo de edad era superior, pero, además, la mayoría iba por necesidades puramente médicas o de tratamientos termales. Nosotros acudimos simplemente por relax. Los últimos acontecimientos en mi familia hacían del todo necesario estos días de paz y tranquilidad.
Han sido unos días realmente tranquilos en los que se puede decir que hemos conseguido el fin que perseguíamos. Posiblemente lo repitamos. No obstante, y en honor a la verdad, debo decir que la convivencia de estos días con las personas mayores, al margen de sus múltiples y variadas dolencias, ha sido gratificante.
La procedencia de estas personas era muy dispar, y sin embargo, ello no ha sido óbice para encontrar en ellas uno de los tesoros más preciados y que hoy día está escaseando. Me refiero a la educación.
He vuelto a revivir aquellas viejas “normas” de la educación. De aquella educación que se practicaba a nivel de calle. Con qué gusto te dicen “buenos tardes” cuando pasan a tu lado. “Buenos días” o “buenas noches” a la entrada en el comedor. O como cuando necesitan usar una silla y te la piden porque la que está en tu mesa está libre, pues lo hacen con el debido respeto y tratando de usted a quien no conoce. O simplemente te obsequian con una leve sonrisa cuando los cruzas por tu camino.
Estos detalles, que se multiplican a diario en estos sitios, son los que me hacen pensar que la juventud de estos tiempos que corren –generalizando, naturalmente- no está precisa y tristemente en esta línea. Mucho miedo me da que con esta o quizás las próximas generaciones se pierda esto que, a todas luces, son las normas más elementales de la convivencia humana.
Y la paradoja de todo esto es que, la mayoría de estas personas mayores a las que me refería no han tenido, en su gran mayoría, oportunidad de ir a la escuela. Esas viejas “normas” la han aprendido de sus padres, de lo que vieron, de lo que le dijeron, de la vida. No como ahora, que todo el mundo civilizado está escolarizado y con centros de altos niveles.
5 comentarios:
Serían estorninos, que van en grandes bandadas haciendo un terrible ruído antes de aquietarse por la noche.
Ya veo, que habreis pasado unos días agradables y con "buenos modos", que siempre sientan bien.
Bicos.
Te voy leyendo y me relajo. Que bien salir de la isla ahora. Yo muchas veces tengo claustrofobia de vivir en Ibiza.
Yo tengo la sensacion de que hemos perdido el norte y ya todo vale y la tipica pero real frase de , " los valores se han perdido " es real.
La musica The Carpenter me encanta.
Un abrazo
Maria
Me alegro muchísimo de que hayáis disfrutado la "salida de la isla", incluso con los "trinos" diarios.
Dejo besotes.
ESto de los trinos multiplicados por mil o doscientos mil me hizo acordar a algo que escribí hace años respecto a las dulcísimas aves que se posan en los árboles a las horas mas insòlitas, cuando uno pretende dormir...
REspecto a lo que dices...qué maravilla que hayan podido recuperar un poco de tranquilidad, relajarse, alejar el stress, y sobre todo dis-fru-tar de la gente educada.
Es cierto, Manuel, tan perdidos que se van viendo los valores,que son lo mejor de la vida!
Si cuando pides permiso o saludas, te miran como si vinieras de la estratósfera!....
Pero me alegro mucho que hayan podido disfrutar de un lugar bello, placentero, relajante, porque es obvio que se lo merecen!
Besos.
Me gusta eso de dos millones de años luz, refleja perfectamente lo que es vivir en una isla.
Los pajaritos cantan... ¡Me he visto en una situación parecida!
Urbanidad, qué necesaria es y cuánto la han denostado. Muy buena tu reflexión a la que le has dado unos toques de humor, si cabe ironía y por supuesto sal y pimienta literaria. Comparto lo que dices.
Publicar un comentario