Absolutamente sin pretensión
alguna y sin un pensamiento concreto, me siento a desayunar tranquilo leyendo
un par de periódicos en la intimidad que procuro en una cafetería. Allí me
deleita una música agradable.
A medida que voy leyendo los
diferentes titulares me siento mal. Eso es algo que ya vengo notando hace
tiempo. No hay lugar para el entusiasmo ni razón alguna que alimentar mi
capacidad de ánimo para hacer frente al devenir del día o días que me vienen
por delante.
Hago todo lo posible por intentar
darle la vuelta a todo cuanto leo. De hecho casi lo estoy consiguiendo pero a
base de ponerle mucha fe en el empeño. Lo consigo a medias, pues hay cosas que
ni el mismísimo multiplicador de panes y peces es capaz de asumir. No me
extraña que no haya vuelto más por este mar de lágrimas desde que se fue.
Antes, en el periódico de la
mañana me leía hasta los anuncios de todo tipo. Con ello no quiero decir que
soy un “devorador” de periódicos, sino que me interesaba por todo aquello que
atañe de un modo u otro a mi comunidad.
Pero ahora tan sólo leo los
titulares y nada más. Dejo para después leer todo aquello que crea que me puede
levantar el ánimo o que sea susceptible de creer.
¡Creer! Esa es la palabra clave
para conseguir darle la vuelta a toda aquella noticia o comentario alarmante o
de más carácter. Como ya he aprendido a distinguir entre una noticia y una
opinión sobre la noticia, practico algo que les voy a transmitir. Antes de
abrir el periódico o revista me inculco en el subconsciente: “Manuel, esto que
vas a leer tiene un alto porcentaje de ser mentira o, en todo caso, te dice
media verdad”. Es decir, empezar a leer con escepticismo.
Al menos ya no salgo de la
cafetería alterado, nervioso o cabreado.
¿Estaré madurando intelectualmente?
Me pregunto.
1 comentario:
Amigo mío, esto te ocurre por tener criterio y conciencia. Entiendo la sensación; llevo leyendo la prensa desde los quince años y creeme, cada vez tengo menos interés, y hago como tú, titulares (además, los periodistas cada vez son más parciales, es un asco)
Un abrazo, Manuel.
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