miércoles, 5 de diciembre de 2007

El piropo

No he encontrado una definición para esta palabra que me satisfaga, al menos en la forma en que es conocida a nivel de calle. El piropo tal como lo conocemos ha de ser galante, como expresión cortesana que es, y es de vital importancia que se diga con gracia y elegancia. Si no se trata de esta manera, entonces habremos entrado en el terreno de lo vulgar y muy fácilmente en la obscenidad y el mal gusto.

En cambio, el piropo galante, el piropo simpático, el tratado con respeto, se convierte en una alabanza para ganar, obtener o conseguir la voluntad de la persona a la que va dirigido.

Digamos que el piropo elegante es bien recibido, y por tanto no suele quedar solo ahí. De seguro que va seguido de una sonrisa amable o incluso, por qué no, de una conversación afable.

Sin embargo creo que, además, el piropo ha de ser dicho con sentimiento. Es decir, lo que se vaya a decir a otra persona como alabanza ha de ser con convencimiento, de lo contrario su resultado puede llegar a ser adverso. Y eso crea situaciones complicadas.

Como ejemplo, voy a relatar aquí uno de los piropos más elegantes que he oído.

Lo escuché en una película española de los años 50 en blanco y negro. El chico estaba en la plaza del pueblo, frente a la Iglesia, a la espera de poder ver a su pretendienta que, acompañada de su madre había ido a misa. A la salida de éstas, el chico se hace el encontradizo. Después de saludarles se dirige a la madre:

- Creí que la semana santa se había terminado.

A lo que la madre le contestó:

- ¡Ay buen hombre! ¿Por qué dice Ud. eso?.

Y él, mirando a los ojos de la chica, le dijo:

- Porque todavía va la Macarena por la calle.

martes, 4 de diciembre de 2007

Trabajo en equipo

Me gustaría hacer una breve reflexión sobre el denominado trabajo en equipo; esa palabra que tanto corre por todas las empresas hoy día, que tan bien suena, que está de moda y que se usa a todos los niveles; administrativo, comercial, financiero, recursos humanos, etc., y que en definitiva la estamos escuchando repetidamente en los últimos años (pocos), ya que el trabajo en equipo que habíamos oído de toda la vida, se refería siempre al fútbol.

Es evidente que es una buena cosa, pues significa comprensión, ánimo, opiniones, planteamientos, estrategias, modos y un sin fin de cosas que nos lleva a todos al mismo punto para el que ha sido inventado; PRODUCIR.

Pero no nos engañemos en su presentación, pues como tantas cosas, de la teoría a la práctica va un buen trecho, y solo lo sabemos los que tenemos que ponerlo en práctica.

No es fácil su consecución. Requiere en el responsable directo una preparación previa a todos los niveles, incluso en el más complicado, que es el humano, pues todo lo que significa y que antes comentaba, lo ha de poner en marcha e inculcarlo a los demás.

Otra cosa es que los demás estén dispuestos y receptivos. Y es que, esto de trabajo en equipo les suena bien y a nuevo, y por consiguiente desconfían hasta que se les explica que, efectivamente, esta es la nueva forma de trabajar hoy día. Que estas cosas “nuevas” son muy antiguas, y que ahora, debido a la insolidaridad entre las personas de esta “puñetera” sociedad, hay que ponerlas en marcha para seguir adelante.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Una parada

En este tremendo festín de complicaciones en las que nos vemos inmersos en la actualidad, donde nos empeñamos en hacer difícil aquello que es simplemente sencillo, donde vamos mirando hacia abajo casi por inercia, donde siempre vamos deprisa sin tenerla....., en este trajín, como decía, hay que buscar siempre un momento de parada para “valorar” todo esto, y poner cierto orden en nuestras vidas para no llegar a ser verdaderos autómatas.

A veces, aunque parezca increíble, hacen falta ciertos pretextos para efectuar esta “parada”, y a mí, en estos momentos, me ha servido un reciente e-mail de un compañero de andanzas que ha terminado ya sus años de trabajo en la empresa.

Me viene a la mente que, en cierta ocasión, le telefoneé porque me enteré de la enfermedad de un familiar suyo muy cercano. Me explicó la situación en esos momentos difíciles. Sin embargo, por aquello de la inercia a la que antes hacía mención, cuando terminó su explicación me dijo que, en qué podía atenderme.

No dejaba de asombrarse cuando le indiqué que el motivo de mi llamada era, precisa y sencillamente, saber de su familia y de su estado de ánimo y que nada tenía que ver con el trabajo.

Y es que, desafortunadamente nos olvidamos con frecuencia del compañero, del amigo, del colaborador. Tendemos a pensar en esta carrera cuya meta nadie sabe bien donde está y que, al final, si no nos detenemos de cuando en cuando para “valorar” nuestro alrededor, como antes decía, habremos dejado de saborear parte de los mejores años de nuestro vivir.

Tres minutos

En cierta ocasión me pidieron preparar un trabajo en TRES MINUTOS. Es clara evidencia, a mi entender, de que no es tan importante su contenido, sino más bien el desarrollo del mismo sobre papel o su locución caso de ser oral. Claro que, ello va ligado sobremanera al número de personas que vayan a presentar un trabajo de las mismas características de duración.

Ello me recuerda una anécdota que una vez leí, sobre un pleno del Congreso, al principio de nuestra democracia, cuando un diputado se excedió en el tiempo que el Reglamento concede para su intervención, encendiéndose dos veces el semáforo que tiene sobre el atril.

El presidente de la cámara le llamó la atención al orador, y éste replicó. - Déjeme el señor presidente TRES MINUTOS más, pues estas cosas no se han podido decir durante cuarenta años. Y el presidente le contestó: - Si todos los que no han podido hablar durante cuarenta años lo hicieran durante TRES MINUTOS, no terminaríamos.

Posiblemente esté equivocado en mi exposición. Claro que, en mi caso, era la primera vez que me pedían presentar un tema a mi elección en un tiempo determinado, (TRES MINUTOS), pero sin embargo es curioso comprobar que, cuando se me ha puesto un límite de tiempo a un trabajo (TRES MINUTOS), se me ha atrofiado al pensamiento a la hora de elegir el tema, pues me lo he pensado mucho, encontrando varios temas, aunque sin decisión. Creo que sería muy diferente si, al contrario, se hubiese especificado un tema concreto donde, aparentemente, todo hubiese sido más sencillo, aunque, por otra parte, estoy seguro que me habría pasado como al orador del congreso; hubiera pedido a quién correspondiese un poco más de tiempo, posiblemente TRES MINUTOS.