sábado, 5 de diciembre de 2015

BIEN ENTENDIDO

Desde que me di cuenta de que la escritura me llamaba (la escritura bien entendida), es decir, la escritura de ir por casa, la que nace de cualquier sitio, de cualquier situación y en cualquier momento. Esa que no necesita de grandes dotes ni de estudios especializados para llevarla a cabo. En definitiva la escritura de gente sencilla, llana y sin grandes pretensiones, que por lo tanto no tiene límites de contextos, ni de formas alineadas dentro de la literatura. Pero que nunca las describiré como vulgar, del populacho, insana y mucho menos de escritura corriente.

Desde entonces –como decía-, he procurado escribir todo aquello que me venia a la mente, bien por observación, bien por lo vivido a lo largo de mis años. Y lo he hecho, eso sí, con decoro, con buenas formas y aplicando una gramática lo más pura posible de acuerdo con mis conocimientos adquiridos, sobre todo, a través de la lectura.

De esa manera y a fuerza de practicar dicha escritura, he advertido que, al leer lo escrito, es como si hubiese transcrito mi forma de hablar, o de darle sentido escrito a mi manera de conversar comúnmente en el día a día.

Y me alegro.

Me alegro porque, como anotaba al principio, se trata de una escritura simple y llana, dejando fluir en ella los acontecimientos que pasan por mi mente, como si de una película se tratase. De ahí que lo que suelo escribir es variado, pues anoto reflexiones, mi opinión de esto o aquello tomando un café con los amigos, relatos serios, interpretaciones de noticias diarias, pequeñas cosas en plan jocoso, vivencias, brevedades… etc.

Y sin embargo no me considero un escritor. ¡Qué va! Ni mucho menos. Y el caso es que, en honor a la verdad, tampoco sé si mi caso está tipificado sin que tenga algo de matiz; aunque es una situación calcada al de millones de personas.

A mí me gusta definirlo como una forma de exponer, soltar, dar a conocer, liberar todo aquello que me empuja a reflejarlo sobre papel. Todo ello sin pararme a pensar si es importante  o no. Si le va a gustar o entender a alguien más o no. Esto es algo que me da exactamente igual. De hecho creo que si tuviera que atenerme a lo que piensen los demás sobre la forma de escribir, nunca abriría el capuchón de mi pluma.

Casi nunca nombro la palabra escritura. Tan sólo me gusta –sí, me gusta- decir que me encanta escribir. Es algo de lo que muchísima gente disfruta. Es un auténtico placer introducirse en ese maravilloso y fascinante trío que componen el papel, mi pluma y yo.






sábado, 10 de octubre de 2015

LAS CUNITAS


¿Por qué lloro cuando veo esta imagen? ¿Por qué se me encoje el corazón cuando la observo? ¿Por qué esa acongoja que casi no me deja respirar cuando la observo detenidamente, con ese color ocre, ya natural?

No, no tengo respuesta a todo eso. Ni siquiera sé si soy uno de esos niños que están  alrededor de esa noria, a la que llamábamos cunitas. Atracción de feria que esperábamos con ansias tras un año largo de espera. No sé si es el dolor de saber que nada de eso existe, el saber que nunca más volverá, o que se me va el mundo poco a poco.

No lo sé.

Tan solo sé que es superior a mí. Todo lo que representa esa foto se incrusta en mi pecho como un puñal y ya con poca alegría. Son ya, después de más de cincuenta años, demasiadas cosas vividas desde aquel momento en el que esperaba mi turno para subir a una de esas cunitas. Y no, no veo alegría, porque la nostalgia me embarga.


La nostalgia y la pena de que ya no volverá. Sólo hay fantasmas.

sábado, 1 de agosto de 2015

A MI PADRE.

El entramado verbal de la conversación de mi padre con la participación de amigos en el bar del pueblo que él regentaba, iba dirigido siempre de modo  principal a su pueblo como objeto destacado de sus palabras y de sus afectos.

Las anécdotas, los sucedidos, los casos desgraciados o afortunados, los personajes, las costumbres, las emociones que nos unen a los del pueblo, encontraban en la conversación de mi padre una formulación nueva y de plurales aspectos que enriquecen nuestra convivencia y nuestra manera de vivir, pues un pueblo no es sólo el conjunto de sus calles y sus edificios ni solamente los humanos que lo habitan sino que es también este tejido verbal que, constantemente, lo explica y lo define y lo hacen entender mejor a los propios y adecuadamente a los ajenos.

Mi padre llegó a ser una especie de intérprete en su pueblo, un comentarista de su espíritu, algo así como portavoz y referencia del pueblo tan querido.

En una reciente visita al pueblo después de su muerte, encontré a una persona que, al saber quií﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽l que va allopcurr todas ellas me sentçia acogido como si fuera uno de sus clientes ms propios y adecuadamente a los aén era yo, me dijo: "Las ocasiones en las que me encontré con tu padre en su bar no fueron numerosas como a mí me hubiera gustado, pero en todas ellas me sentía acogido como si fuera uno de sus clientes más importantes”.

Y esto es algo que le ocurría a todo el que iba allí, porque una de sus características desde el punto de vista profesional era que se desvivía por atender igual de bien a sus amigos más cercanos y a sus clientes más fieles que a los que pisaban su bar por primera vez, porque sabía muy bien que como mejor se muestra la hidalguía es tratando de agradar a los demás sin caer en el servilismo.

El perfil personal de mi padre tenía un conjunto de rasgos que le hacían ser querido, respetado y admirado por propios y extraños: autenticidad, don de gentes, cordialidad, sentido paradigmático de la hospitalidad, del humor, del respeto y de la amistad, corrección en el trato, sensibilidad, etc.; y siempre estaba dispuesto a hacer cualquiera de las que él dominaba: agradar, servir y entretener. Él decía, como Platón, que no había que dejar crecer la hierba en el camino de la amistad.

No debemos olvidar que allá por el siglo XX, por fijar una fecha redondeada, la taberna o tabanco eran lugares de relación personal y de transmisión de pensamientos. Y que eran sitios obligados si uno quería tener una aproximación directa del acontecer humano. Los tiempos han cambiado y esos templos de la conversación improvisada han sido abolidos por la prisa y la aparición de un nuevo concepto de vida y relación.

Tantos amigos, le profesaron su cariño y admiración por ser quien era o, quizás, por ser como era o por las dos cosas a la vez.



miércoles, 29 de julio de 2015

INÉS

Como si fuera un reloj, su período de gestación fue perfecto. Perfecto fue su comportamiento, pues ni siquiera le hizo pasar malos ratos a su madre. Perfecta y delicada fue también en las fechas en que fue anunciada su llegada. Perfecto es su cuerpecito tierno y divino. Esto hizo que su familia se volcase enteramente en ella.

Como buen observador he tenido la complacencia de fijarme en los rostros de sus padres, de su familia, que no es corta, y en ellos se reflejaba tanta felicidad que hasta cuesta trabajo definirla.

Todos teníamos ansias por ver las carita de la nueva princesa que nos venía del cielo. Sus primitos, que ya llevaban tiempo besando a Inés desde antes de nacer, se mostraban nerviosos a la vez que expectantes ante algo que, para ellos, suponía algo nuevo, algo que les atañía como muy cercano, como si presintiesen que iban a conocer algo propio.

Y así fue como vino nuestra pequeña Inés, mi nieta. De una forma sencilla y humilde y que, instantáneamente se vino a colocar, ya de por vida, en el corazón de todos los que la amamos.




miércoles, 21 de enero de 2015

VISITA A ENFERMOS

Todos sabemos que nuestra sociedad -es decir, nosotros- estamos inmersos en unos comportamientos y costumbres que, sin proponérnoslo, aplicamos con absoluta impunidad en la vida diaria para con los demás.

En esta ocasión me voy a referir a las visitas a enfermos en los hospitales. Y para no herir susceptibilidades hablo de mi propia experiencia.

Cuando estuve ingresado recibía visitas de amigos que, curiosamente, tenían todos el mismo argumento: -Caray, me lo dijeron ayer y he venido enseguida. No lo podía creer. ¿Y qué es lo que te ha pasado realmente?

Yo: - El caso es que estaba paseando cuando de pronto empecé a sentir un dolor en el costado que…

El visitante te interrumpe sin miramientos.

Visitante: -Pues mira, mi cuñada tuvo exactamente lo mismo que tú y …

Acto seguido me cuenta la historia completa de su cuñada con toda clase de detalles. A continuación me dice que se tiene que ir porque está muy liado.

En resumen, que se ha ido sin saber el motivo de mi dolencia a pesar de, no sólo de venir a visitarme, sino también de habérmelo preguntado. Yo, sin embargo, me he enterado de todo lo ocurrido a su cuñada.

Y como este amigo, casi todos los visitantes actuaban de la misma forma, o al menos con el mismo patrón. Aunque hay algunos que, sin escrúpulos, rematan la faena diciendo que el enfermo del que habla falleció.