Desde que me di cuenta de que la escritura
me llamaba (la escritura bien entendida), es decir, la escritura de ir por
casa, la que nace de cualquier sitio, de cualquier situación y en cualquier
momento. Esa que no necesita de grandes dotes ni de estudios especializados
para llevarla a cabo. En definitiva la escritura de gente sencilla, llana y sin
grandes pretensiones, que por lo tanto no tiene límites de contextos, ni de
formas alineadas dentro de la literatura. Pero que nunca las describiré como
vulgar, del populacho, insana y mucho menos de escritura corriente.
Desde entonces –como decía-, he procurado
escribir todo aquello que me venia a la mente, bien por observación, bien por
lo vivido a lo largo de mis años. Y lo he hecho, eso sí, con decoro, con buenas
formas y aplicando una gramática lo más pura posible de acuerdo con mis
conocimientos adquiridos, sobre todo, a través de la lectura.
De esa manera y a fuerza de practicar
dicha escritura, he advertido que, al leer lo escrito, es como si hubiese
transcrito mi forma de hablar, o de darle sentido escrito a mi manera de conversar
comúnmente en el día a día.
Y me alegro.
Me alegro porque, como anotaba al
principio, se trata de una escritura simple y llana, dejando fluir en ella los
acontecimientos que pasan por mi mente, como si de una película se tratase. De
ahí que lo que suelo escribir es variado, pues anoto reflexiones, mi opinión de
esto o aquello tomando un café con los amigos, relatos serios, interpretaciones
de noticias diarias, pequeñas cosas en plan jocoso, vivencias, brevedades… etc.
Y sin embargo no me considero un
escritor. ¡Qué va! Ni mucho menos. Y el caso es que, en honor a la verdad,
tampoco sé si mi caso está tipificado sin que tenga algo de matiz; aunque es
una situación calcada al de millones de personas.
A mí me gusta definirlo como una forma de
exponer, soltar, dar a conocer, liberar todo aquello que me empuja a reflejarlo
sobre papel. Todo ello sin pararme a pensar si es importante o no. Si le va a gustar o entender a alguien
más o no. Esto es algo que me da exactamente igual. De hecho creo que si tuviera
que atenerme a lo que piensen los demás sobre la forma de escribir, nunca
abriría el capuchón de mi pluma.
Casi nunca nombro la palabra escritura.
Tan sólo me gusta –sí, me gusta- decir que me encanta escribir. Es algo de lo
que muchísima gente disfruta. Es un auténtico placer introducirse en ese
maravilloso y fascinante trío que componen el papel, mi pluma y yo.
1 comentario:
Un trío magnífico: Papel, tu pluma y tú.
Y sin embargo no te consideras un escritor... No estoy de acuerdo.
Escritor es, según la RAE, aquél que escribe; por lo tanto, amigo mío, así debes considerarte: ESCRITOR. Y a través de lo que has descrito, tengo que decirte que he comprendido la ilusión que te lleva a rellenar una hoja de papel en blanco. Felicidades. No dejes de escribir.
CCH.
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