
En la semana Santa de Sevilla florecen por las calles, en lugares estratégicos, en sitios redundantes de paso de pasos, efímeros chiringuitos que de domingo a domingo despachan churros, gambas, pinchitos, bocadillos y cuanto ha de menester en lo trasegante y en lo manducante. El público, el gentío, y la bulla que ocupan la ciudad, saben que no ha de faltarles el suministro en cualquier plaza, calle o recoveco. Los bares del centro multiplican el acopio de provisiones. Y Sevilla, toda, se entrega, entre cofradía y cofradía, o durante cofradías de penitencia, al ascetismo del latigazo y del ¡marche otra de caña de lomo! Ayuno y Abstinencia, a mayor gloria de Dios Crucificado.
A cualquier visitante que entienda
Para el sevillano, Domingo de Ramos, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Madrugá, Viernes y Sábado Santos, son puro trámite. Trámite hermosísimo, conmovedor, absorbente, milagro de la estética, ley de proporciones, norma de desproporciones, caudal de repelucos. Un trámite sobrecogedor que conduce al Domingo de Resurrección. Por eso la única cofradía que desfila la mañana de ese día, la de Jesús Resucitado, no va a verla casi nadie. ¿Cabe mayor incongruencia?.
Plaza de
Por junto a la puerta del bar, cruza, camino de su casa, el hermoso crucificado de los pies cruzados. El Cristo de
1 comentario:
Orson, impecable artículo el que nos presentas acá en Órbita sobre la Semana Santa sevillana y sus contradicciones. Otro buen escrito de los que ya comienzas a tenernos acostumbrados cuando te prodigas, un bellezón de escrito que resume verdades llenas de incongruencias en esas demostraciones religiosas, con un estilo impecable. Gracias.
Un fuerte abrazo.
Teo.
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