viernes, 30 de noviembre de 2007

Una parada

En este tremendo festín de complicaciones en las que nos vemos inmersos en la actualidad, donde nos empeñamos en hacer difícil aquello que es simplemente sencillo, donde vamos mirando hacia abajo casi por inercia, donde siempre vamos deprisa sin tenerla....., en este trajín, como decía, hay que buscar siempre un momento de parada para “valorar” todo esto, y poner cierto orden en nuestras vidas para no llegar a ser verdaderos autómatas.

A veces, aunque parezca increíble, hacen falta ciertos pretextos para efectuar esta “parada”, y a mí, en estos momentos, me ha servido un reciente e-mail de un compañero de andanzas que ha terminado ya sus años de trabajo en la empresa.

Me viene a la mente que, en cierta ocasión, le telefoneé porque me enteré de la enfermedad de un familiar suyo muy cercano. Me explicó la situación en esos momentos difíciles. Sin embargo, por aquello de la inercia a la que antes hacía mención, cuando terminó su explicación me dijo que, en qué podía atenderme.

No dejaba de asombrarse cuando le indiqué que el motivo de mi llamada era, precisa y sencillamente, saber de su familia y de su estado de ánimo y que nada tenía que ver con el trabajo.

Y es que, desafortunadamente nos olvidamos con frecuencia del compañero, del amigo, del colaborador. Tendemos a pensar en esta carrera cuya meta nadie sabe bien donde está y que, al final, si no nos detenemos de cuando en cuando para “valorar” nuestro alrededor, como antes decía, habremos dejado de saborear parte de los mejores años de nuestro vivir.

2 comentarios:

es dijo...

Cuánta razón tienes en esto, Manuel!... Siempre andamos corriendo,y muchas veces no se sabe muy bien detràs de què lo hacemos.

Como siempre, tus textos me llaman a la reflexiòn(algunos)porque tienes el maravilloso don de emocionar, hacer reìr, hacer pensar...

lo cual NO ES POCA COSA.

Un abrazo

M. dijo...

Con el paso del tiempo, se han perdido valores humanos irreemplazables. La consideración por el otro, pasó a ser un bien en desusu, y todo se reduce a dinero. Quién entonces es capaz de ofrecer tiempo? El valioso y egoísta tiempo que el otro precisa de nosotros? Muy pocos. Sin embargo, tu lo haces. Te detienes a verlo, y además, de reflexionar sobre ello, lo pones en práctica con tus amigos. Menuda sorpresa debe haberse llevado cuando le has dicho que querías saber de él. Hermoso gesto. Hermoso!!Miles de besos.