El otro día tomando unas cañas con mi amigo Felipe, me
decía, que la noche anterior, al llegar a su casa, se encontró a su mujer en la
cama con un señor. Naturalmente – me seguía contando-, lo primero que hice fue
preguntarle:
-¿Quién es ese señor?
Ella, roja como un tomate,
no dijo nada.
Pero insistí:
-¿Quién es ese señor?
Ahora ella se quedó pálida
como una tuerta (las tuertas también pueden estar pálidas) y tampoco dijo nada.
Por tercera vez rugí como
un demonio:
-¿Quién es ese señor?
Y tampoco esta vez obtuve
contestación.
Se lo he preguntado más de
cien veces, sin que, hasta ahora, haya abierto su boca.
Tú no me conoces – me
decía- pero yo soy muy testarudo. No sé lo que tardaré. Pero un día u otro
acabara por decirme quién era ese señor.
Y es que hay que ser así.
Porque como te vean débil de carácter, ya pueden pasar años, que nunca te dirán
quién era aquel señor.
Genial, mi amigo Felipe.
2 comentarios:
Genial, amigo Manuel. Como todo lo que escribes.
Un abrazo.
Cris.
Muy amable.
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