Estoy cada vez más convencido de que cada día soy más feliz
de ser una persona anónima. Y que hago lo que me da la gana. Es horroroso que
te estén cuestionando a cada minuto, la gente es tan susceptible que es una
presión inaguantable.
Ya no se puede decir manicomio, ni trabajo como un negro, o
como un chino, en fin que cada cual salta por algo y esto es inaguantable.
Sin embargo voy a decirles algo que he aprendido: de todos
los derechos que tiene un hombre, el más importante es el derecho a equivocarse,
a ser consciente de ello, a ponerlo en valor y a que eso no sea una condena de
por vida.
Cuando pienso estas cosas y las plasmo en papel no sé bien
si son pensamientos de un ignorante sabio o de un genio paleto.
De todas formas, me apunto a ir con aquellos que van por la
vida con voz dulce y paciente repartiendo cariño y alegría sin llevar la
cuenta. Porque somos lo que somos y hagamos lo que hagamos, ningún hecho se
alterará. El molde que conforma nuestro carácter sigue intacto. Llamémosle herencia,
llamémosle azar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario