Mañana apacible. Después de haberme procurado un desayuno
abundante, tomo mi pluma debidamente cargada de tinta y un cuaderno de hoja
blanca, inmaculada, sin raya alguna, como siempre me ha gustado usar para
escribir y tomar mis notas.

Y es ahí, en la imaginación, donde me veo, nos vemos,
fuertes. Ese lugar –no lugar- en el que es posible realizar todo, absolutamente
todo.
Entonces irremediablemente vienen a la memoria las mil y una
cosas: vivencias, lecturas, pensamientos que se han tenido recientemente e
incluso los inculcados a lo largo de los años vividos, con luz meridiana.
A la espera, como si se tratase de aguardar al alba la
salida del astro Sol, se encuentran mis bártulos; mi pluma y papel.
Instrumentos que tienen un poder inconmensurable y no sólo mediáticamente
hablando, sino porque ejerce como depositario perenne, como fiel conductor del
sentir más íntimo; nuestra imaginación.
Qué momento más delicioso. Qué sensación tan agradable la de
desenroscar el capuchón, la del olor a tinta, a papel, a mi rincón, a la mañana
apacible, al olor a todas las cosas ya que, aunque no estén mi alrededor, con
mi imaginación, puedo sentirlo igualmente.
Todo está en orden, todo está en su sitio, todo bien
procurado para que salgan los sentimientos sobre una noticia, un suceso, un
recuerdo, una nostalgia, algo jocoso, un quejío, un deseo o una alabanza.
Me deleito.
Empiezo a escribir.
4 comentarios:
Un artista, sin más palabras, para qué?
Gracias, mi querido amigo Jaime. Se agradece tu comentario. Un abrazo.
Qué bien lo describes y qué cercano lo siento. Me llega el olor del blanco inmaculado del papel, de la tinta. Me llega el sosiego y la tranquilidad del lugar. Simplemente genial.
CCH
Muy amable, CCH. Gracias.
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